No vale de nada el discurso perfecto en el momento errado. Y es que, si tu receptor no te está escuchando, difícilmente vas a lograr comunicarle algo sea importante o no.
Quien recibe el mensaje es como un vaso que va a ser llenado, y no te sirve un vaso roto, ¿cierto? Tiene que ser un vaso que pueda retener el vino que estás vertiendo en él. Y aquí va la primera noticia, si tu no estás dispuesto a preocuparte por el vaso, no hay forma de que puedas llenarlo con lo que quieres decir.
Y de eso va la asertividad, no es “encontrar el momento adecuado”, es hacer que la otra persona entre en el momento adecuado a través de tu escucha activa. Bien pero, ¿cómo hago eso? ¿qué es eso?
La escucha activa es un pilar del que hablaremos más adelante, volvamos a la asertividad. Es necesario interiorizar que tu comunicación no puede ser agresiva o pasiva, tampoco puede tener un tono hiriente o disminuir de alguna forma al otro, pues todas estas actitudes llevan a la consecuencia de no ser escuchado.
¿Por qué? Porque nadie quiere dialogar con un agresor, nadie quiere darle la razón o trabajar en equipo con alguien que disminuye a otros. Por eso, antes de dar un discurso importante, es básico sanear algunos conflictos anteriores para que tus palabras no pierdan impacto.
La asertividad es la capacidad de no sobrepasar los límites de los demás haciendo valer los tuyos propios. Es ese enfoque de respeto y sentido común que es muy fácil de perder cuando solo nos enfocamos en nosotros mismos.